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24 sept 2016

“Dos vecinos: Lázaro y el rico sin nombre”

25 de Septiembre de 2016 –26° Domingo Ordinario   Ciclo Dominical “C” –  San Lucas  16, 19-31


Lázaro (Eleazar: el ayudado por Dios; Dios ayuda) vivía en la misma calle, estaba continuamente  a la puerta  de la casa del hombre rico. Eran vecinos. Pasaba el rico, sin nombre, cotidianamente al lado de este hombre, ¿Se habrá parado a mirarlo, le habrá hablado, le habrá prometido su ayuda, habrá pedido a sus servidores que lo alejen de la puerta de su casa para que no causara una mala impresión a sus visitantes importantes? Lázaro y el hombre rico son vecinos. Viven cerca, son próximos, pero para el rico Lázaro no es su prójimo, recordando lo que eso significa para Jesús cuando pregunta al maestro de la ley: ¿Quién es mi prójimo? (Lc 10, 29). Está cercano,  a la vuelta de la esquina, en la puerta de su casa, pero no lo ve como su prójimo.
La segunda parte de la historia nos coloca frete al juicio de Dios y el final de la vida de estos dos vecinos. Se convierte en un juicio de Dios en el que Lázaro no habla porque Dios es su defensor y el rico se defiende  a  sí mismo buscando apoyo en su tradición religiosa e invocando a Abraham, que se convierte en su fiscal y juez, más que en su defensor. Hasta pide un milagro para que sus hermanos no vivan la misma experiencia y cambien su conducta; pero Abraham sentencia que  ya saben el camino aunque no  lo sigan.  

La indiferencia es la clave de esta lectura. Ya lo recordaba el papa Francisco en su mensaje de la cuaresma del año pasado. No querer ver al que está al lado, no ver al pobre, al caído, al fracasado, al vencido. Y más aún, desde una óptica más prospectiva: no querer mirar para no tener que hacerse cargo. No querer inclinarse y tocar a Cristo en la persona, en Lázaro. En la parábola de los dos hijos el padre lo abraza, lo toca con sus manos de papa-mamá y con ello lo resucita y lo hace hijo, hermano de nuevo. No querer escuchar; una de las obras de misericordia es enseñar  al que no sabe, pero en esta ocasión no se trata de la superioridad del maestro, de quien sabe y enseña, sino de la cercanía de saber escuchar, acoger la súplica, la necesidad y hasta la voz del caído. Escuchar es poner en igualdad a caído sin adoctrinar ni criticar.

Hay que actuar. Las palabras nos son suficientes cuando Lázaro está en el suelo y su única compañía son los perros. Hay que actuar. Hacer realidad la misericordia en sus obras o acciones: dar de comer, dar de beber, vestir, dar casa, acoger, dar mesa. Es mi vecino, Mi prójimo. Dignificar: es una nueva obra misericordia. Al acercarme, escuchar y responder a sus necesidades abro la  puerta para que esa persona se valore, se recupere, viva sus dignidad de hijo de Dios, su dignidad humana y comparta los bienes de la creación cuyo uso y gozo tiene derecho.

El juicio de la segunda parte del relato nos lleva a las preguntas del Maestro en Mt 25, 31-45: ¿Lo que haya hecho con uno de estos pequeños lo hicieron conmigo? No se juega mi fe en milagros, en apariciones o en muertos que vengan a avisarnos. Ya conocemos el mensaje de Jesús y sus exigencias. Lo válido son las actitudes, las acciones, los hechos que dan respuesta, se acercan, dan de comer, dignifican a nuestro vecino Lázaro. ¿Cómo se llama el Lázaro que está a mi puerta, en mi calle?. ¿Sabe su nombre? ¿Sabe por qué está ahí?. ¡Ya sabe lo que hay que hacer¡ Saludos.

                      
P. Esteban Merino Gómez, sdb.

18 sept 2016

MINUTO DOMINICAL



“Fieles en la justicia”                                                                                                     
18 de Septiembre de 2016 
–25° Domingo   Ordinario      
  Ciclo Dominical  “C”
–  San Lucas  16, 1-13                                  

Este es un domingo especial en Chile desde donde escribo el comentario del Evangelio y por ello he colocando la bandera. Un 18 de septiembre de 1810 la junta nombrada en nombre del rey declara la independencia del país. Estos 206 años como país, con la bandera teniendo como fondo el Estrecho de Magallanes, nos hace especialmente sensibles a los textos de la liturgia en este domingo.
La gran parábola o comparación de este domingo es el administrador, que es calificado como injusto, y en algunos versículos, benévolamente considerado como astuto y hábil, hasta ser felicitado por su señor. El Administrador es quien tiene en sus manos, a su cargo, bajo su responsabilidad, una tarea, una institución, un grupo humano. Administrador es al padre de familia; administrador es el encargado de un taller, de una empresa, de un campo; administrador es un ministro de estado, un senador o un diputado; administrador es la presidenta de la república. Administrador es un coordinador de una comunidad, un párroco, un obispo o un vicario. Administrador es un maestro, un entrenador deportivo o un instructor. Administrador es usted y soy yo, administradores de nuestras vidas e historias.
El administrador tiene como rasgo la justicia, la ecuanimidad, la lealtad y la trasparencia. Al administrador del evangelio se le está pidiendo su renuncia: ¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración porque ya no ocuparás más ese puesto. Es claro que su gestión, su administración, ha sido ineficiente y carente de ética y se le pide la dimisión. Pero el colmo de su actuación y donde mejor muestra su fondo ético vital es lo que hace a continuación que sería un delito de cohecho: llamó uno por uno a los deudores de su señor y pregunto al primero: “¿Cuánto debes a mi señor?” “Veinte barriles de aceite” El administrador le dijo: “Toma tu recibo, siéntate enseguida y anota diez”. La trampa a su favor con dineros ajenos se nos hace familiar en el Chile y en la sociedad de hoy. A costa de los bienes comunes se saca ventaja individual  para personas privadas de los recursos nacionales. No obstante Lucas saca una doble consecuencia espiritual y material. Los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz. Es decir, hay que ser igualmente creativos y astutos para las cosas de Dios de lo que son los hijos de  este mundo para sus negocios, Pero a la vez hace una interpretación material: El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho… Y si no son fieles en lo ajeno ¿Quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?.. No se puede servir a Dios y al Dinero.  El uso justo o injusto del dinero, de los bines materiales, nos hace fieles a  Dios o  adoradores sumisos del dios del dinero.
El profeta Amós, profeta de la justicia social, encuadra esta relación con los bienes y el dinero en el contexto de todo un país y de los grupos humanos que comparten una tierra, un hábitat. Servir a Dios, es saber administrar el dinero, ser justos, compartir los bienes comunes y hacer de una tierra una patria para todos, una casa común, en la que todos habiten en comunión y sin carencias que excluyan o posterguen a algunos de ellos . A ustedes me dirijo, explotadores del pobre, que quisieran hacer desaparecer a los humildes. Ahí están sus palabras: «¿Cuándo pasará la fiesta de la luna nueva, para que podamos vender nuestro trigo? Que pase el sábado, para que abramos nuestras bodegas, pues nos irá tan bien que venderemos hasta el desecho. Vamos a reducir la medida, aumentar los precios y falsear las balanzas.» Ustedes juegan con la vida del pobre y del miserable tan sólo por algún dinero o por un par de sandalias. (Am  8, 4-6)
Hay que ser fieles en lo poco, fieles en lo mucho… files en la justicia.  En todo el país; en las relaciones de la autoridades, legisladores, servidores públicos,  la más altas autoridades del país. ¡Seamos fieles en la justicia¡    

                                                     P. Esteban Merino Gómez, sdb.

MINUTO DOMINICAL

“La alegría de la Misericordia”                                       
 11 de Septiembre de 2016 –    24°    Domingo Ordinario                       
Ciclo Dominical “C” –  San Lucas  15, 1-32


            Baja enseguida, porque tu pueblo,.. se ha pervertido. El pecado del pueblo de Israel en su camino del éxodo es la antesala del Capítulo 15 de Lucas, en  este domingo, en el año  de la Misericordia, en el tiempo del Jubileo de la Misericordia. El Señor ve la conducta de su pueblo y se lo hace ver a Moisés que intercede por el pueblo. Este pueblo es un pueblo obstinado. Déjame obrar: .. los exterminaré y de ti, en cambio, suscitaré una gran nación.

            Que diferente es la actuación del Padre Dios en las parábolas de la misericordia en Lucas 15: la oveja perdida, la moneda perdida y el monumento a la misericordia: el hijo pródigo. El Dios Padre de Jesús, es el Dios Padre de la justicia, es el Dios Padre de la Misericordia. Es otra forma muy diferente de enfrentar al pecador y de llamarlo al reencuentro con Él en la Misericordia.

            El Dios de Jesús quiere dar alegrías y no castigos. El motivo de  las parábolas lucanas de este capítulo es la crítica, repetida en varios evangelios, que hacen los más religiosos y conocedores de la ley, sobre las actitudes de Jesús. Todos los publicanos y pecadores se aceraban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Su crítica se centra en la actitud central que es el corazón de la misericordia como luego veremos que relata del corazón de padre: su padre lo vio y se conmovió. En sus entrañas, como una madre, sintió su dolor y pérdida y posterior  acogida del hijo que se había ido. No es el pensamiento, el deseo, la actitud de castigo.

            Un hombre es el protagonista de la primera parábola: Si alguien tiene cien ovejas y pierde una. Las noventa y nueve no son lo más importante. La número cien es la que le exige hacer algo diferente. Ir  a buscarla. Encontrarla y traerla de vuelta. Y sobre todo vivir la alegría de Dios por el reencuentro: Alégrense  conmigo  porque encontré la oveja que se me había perdido.  Una mujer es la protagonista de la segunda parábola. También ella ha perdido algo. Si una mujer tiene diez monedas y pierde una, ¿no enciende la lámpara, barre la casa y busca hasta encontrarla? Hombre o mujer, cuando algo importante se pierde, como es valioso, hay que actuar, buscar,  barre, ..hay que encontrarlo. Y cuando sucede se vive la alegría de encontrar lo perdido: Les aseguro que, de la misma manera,  se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte. La conversión del pecador es la alegría de Dios.

            La tercera  parábola es la del Padre. El padre que espera y que representa el corazón de Dios. El hijo ha perdido todo lo suyo. Se ha ido lejos. Su vida se ha perdido en el camino. Sus carencias le hacen pensar en la casa del padre que ha perdido. Es mejor volver y asumir su pecado aunque se pierda la inicial categoría de hijo y pase a ser un trabajador. Por su parte el Padre no deja de esperar la vuelta. Y cuando lo ve a lo lejos la misericordia llena su corazón paterno-materno: su padre lo vio y se conmovió profundamente y corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. Las entrañas de Padre afloran con la misericordia. Y aunque el hermano no está muy conforme la fiesta muestra la alegría de Dios por el hijo reencontrado. Es justo que haya fiesta y alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado. Y el Padre lo ha encontrado y la casa sigue abierta con el perdón y el anillo de la filiación recuperada. Dios es Misericordia. El nombre de Dos es Misericordia. Está a nuestro alcance vivir esta misericordia en este año y darla a nuestros hermanos. Saludos

  P. Esteban Merino Gómez, sdb.